En los últimos años las redes sociales y plataformas digitales han servido como espacios públicos para denunciar casos de violencia, hostigamiento, maltrato y acoso que antes eran, por desgracia, considerados normales, graciosos o hasta situaciones románticas entre personas que sostenían una relación social, afectiva, laboral, familiar, amistosa o de pareja con gente de su entorno, sin embargo, ante el complejo escenario de la violencia machista y misógina ejercida durante años contra las mujeres, son la violación y la agresión de tipo sexual una de las tantas formas de opresión, castigo y humillación que más se reproducen contra nosotras.
Estas no solo transgreden nuestros cuerpos, sino que se han puesto sobre la mesa para debatir “si el culpable de una violación, o un caso de abuso, es la víctima o el agresor”. Pese a que estas creencias siguen vigentes en la actualidad, debemos aclarar que todo acto que atente contra nuestra libertad, dignidad, bienestar emocional, físico o mental a través del abuso es violencia ejecutada por un agresor y no debería minimizarse bajo ningún costo.
Como claro ejemplo de esto tenemos el mito del violador en el que éste es presentado como un monstruo sexual o un personaje “psicológicamente inestable que no entiende o comprende cómo funciona el consentimiento” y eso le justifica que pueda agredirnos o no. Esto, lejos de ayudarnos a comprender esta angustiante problemática social, perpetúa la cultura de la violación como algo inherente a la sociedad, sin mencionar que revictimiza a quienes han sido víctimas de ellos; los abusadores y violadores.
“La violación es un acto de poder y de dominación”
Para Rita Segato, antropóloga, teórica feminista y especialista en temas de género, este tipo de violencia con carácter sexual “es un conjunto de relaciones de poder que surgen dentro de una sociedad patriarcal y sobre una estructura de derecho que sigue pensando a la justicia sin vincularla a las relaciones sociales de dominación”, es decir, un acto que castiga y somete, mediante el aspecto sexual y físico, los cuerpos, la libertad, el placer, las formas de expresión, pensamiento y existencia de las mujeres bajo una serie de roles y patrones de comportamiento preestablecidos. “No es del mismo tipo que los otros delitos al ser moralizador y castigador” dice Segato, y añade en una entrevista sobre la violación y feminicidio de Micaela García, joven de 21 años asesinada y violada en Gualeguay, que:
“La forma en que se está tratando a las mujeres es realmente terrible y produce una gran inseguridad… Este es un mundo en el que todo le indica a la mujer que su libertad de circulación, y su misma libertad de existir están comprometidas… Al referirme a esta época suelo utilizar el concepto de “dueñiedad”, que excede al de desigualdad porque marca la existencia de figuras que son dueñas de la vida y de la muerte. Esto, evidentemente, irrumpe en la realidad, en el inconsciente colectivo, en la manera en que los hombres que obedecen a un mandato de masculinidad (que es un mandato de potencia), y en la forma en la que realizan y prueban su potencia mediante el cuerpo de las mujeres”.
Y es que a nosotras, a lo largo de los siglos, se nos ha catalogado como un objeto de deseo del que se debe obtener un beneficio, pues nuestros cuerpos pasan a ser un territorio de dominación y de conquista que en su transgresión también sostienen y reproducen el modelo de un sistema de producción capitalista que moldea y afecta a las relaciones sociales. “Es evidente que en el mundo entero existen problemas de género” dice Rita, “pero en nuestro continente -cada vez más controlado por formas paraestatales de control social no regidas exactamente por la ley- la vulnerabilidad de las mujeres es mayor”.
De esto también habla Silvia Federici al señalar en una entrevista para la revista Traficantes que “el estado siempre ha tolerado la violencia de los varones, la violencia doméstica como parte del amor”.
“El varón es el representante del estado con respecto a su mujer, hijos e hijas, tiene el poder de controlar y disciplinar a las mujeres con la violencia si ellas no cumplen… La violencia contra las mujeres se ha incrementado muchísimo en todo el mundo, son abusadas, matadas y no se debe olvidar que además ha cambiado la cualidad de la violencia. Se ha hecho más brutal en todos casos y es pública y mitiga” sin mencionar que “muchas veces no está ni cerca de ocultarse, sino que intenta visibilizarse“.
“¡Porque te dije que no…!”
¿Pero qué es una violación?, ¿en qué momento ocurre?, ¿es posible evitarla?, ¿por qué se educa para no ser violada y no para no violar? La realidad, en la que cada 18 segundos una mujer es abusada sexualmente por lo menos en México durante 2019, hace innegable que una ola de privilegios aplasta nuestro derecho a la seguridad, libertad e integridad con la idea errónea de que lo consensuado no sirve, de que a nosotras “no hay que comprendernos, solo amarlos”, que “las mujeres no sabemos lo que queremos” y que “no sabemos decir que no” porque esto solo busca que la agresión pueda ejercerse siempre y cuando sea justificada.
Ninguna mujer busca ser violada
Pese al malestar de muchos, lo que molesta de las denuncias que señalan y exponen el maltrato o el machismo de los otros es verse reflejados en estas conductas y no hacer nada para evitarlo.
Los mitos sociales, que aquí hemos expuesto con algunas frases, solo no violentan y atentan contra nuestros núcleos de desarrollo como nuestro cuerpo, hogar, espacio de trabajo, relaciones afectivas, sociales, laborales y situaciones íntimas que de por sí ya están expuestas. La violencia y el accionar de los agresores nos acosa, devalúa como personas, sujetos e individuos políticos y nos deja en el abandono, en la orfandad de un sistema que cuestiona nuestra versión de los hechos y además se atreve a darnos da la espalda ante la violencia generalizada.
Como lo dice Segato, “el violador aprende a relacionar la violencia y la sexualidad, el estado de poder y agresión, desde muy temprana edad, en la adolescencia”, ¿pero la violencia es una característica innata del ser humano? No; se construye, promueve y reproduce a través de discursos que la defienden, comercializan y estereotipan para darle cabida en las interacciones humanas como si fuera una parte natural de ellas.
Educar en temas de relaciones sociales y sexuales, así como de valores humanos y emocionales, es una solución viable, pero que no debería ser una responsabilidad exclusiva de las mujeres ni cumplir con el fin de “protegernos” contra una violación o de atarnos a un sitio, sino que deben ser aspectos que formen parte de una serie de acciones que cambien y transformen las estructuras sociales para erradicar al violador y al agresor.
Manejar el tema de la negación y aceptar que lo no consensuado y lo no permitido verdaderamente significan “no” también es una de las primeras herramientas a desarrollar.
Violación y abuso sexual, ¿son la misma cosa?
De acuerdo con el lenguaje psicológico y los términos legales para referirse a este tipo de delitos, una violación no es lo mismo que un abuso sexual, porque si bien ambos son delitos sexuales tipificados y penados por la ley, o causan estragos en las víctimas y dejan secuelas que pueden ser permanentes, la violación es entendida como la realización del coito o acto sexual llevado a cabo mediante la fuerza o intimidación.
En la violación una de las partes no consintió el encuentro sexual, o pudo no disponer de los medios para hacerlo y también aquí se supone la penetración que no necesariamente debe ser con los genitales ni vía vaginal, sino que pueden utilizarse objeto u otras partes del cuerpo contra la víctima para violentarla también de forma anal o bucal.
El abuso sexual, por otra parte, “hace referencia a todo acto llevado a cabo por una o varias personas que supongan la limitación de la libertad sexual de otra sin que ésta lo consienta”. Los lineamientos psicológicos añaden que el abuso “requiere que la parte atacante haga uso de alguna característica, poder o situación que ponga a su víctima en desventaja” y no, no siempre se emplea la violencia física. El toqueteo, acoso, masturbación, observación de actividades de índole sexual, el forzar a las víctimas a mostrar su cuerpo, el sometimiento, y algunas parafilias o el stealthing entrarían en esta categoría.
La cultura de la violación
Sobre este término lo primero que debes saber es que se acuñó desde la década de 1970 para hablar sobre la cultura que normaliza, trivaliza y fomenta la violación junto a otras formas de agresión sexual contra las mujeres. Pese a que pudiera creerse así, no solo la reproducen los violadores o agresores, sino que cuando alguien justifica y tolera una agresión de tipo sexual tratando de explicar este comportamiento, u otorgándole la responsabilidad de lo acontecido a la víctima, la lleva a cabo.
Las frases como “para qué tomó tanto”, “por qué viajaba sola”, “por qué estaba sola”, “para que salió tan tarde”, “es su culpa por vestirse así”, “ella se lo buscó”, “ella lo provocó”, “estaba borracha”, “estaba inconsciente”, “estaba drogada”, “es lo que quería”, “si bien que sabía lo que buscaba” y otras tantas ideas nefastas, violentas y erróneas están haciendo una apología de la violación al igual que muchas manifestaciones políticas, artísticas, literarias y hasta musicales que promueven el abuso sexual contra las mujeres de manera “normal”.
La violación y el abuso los encontramos tanto en los mitos que forjaron a las culturas antiguas como en las series de TV o streaming que consumimos a diario, por lo que es necesario identificar el contenido que expone, defiende y ejecuta dicha violencia para dejar de consumirlo y contribuir a su creación.
“Y la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía…”
Contrario a una violación o abuso sexual es el sexo consensuado, pero mientras haya confusión en lo que es consensuado o no, un agresor puede justificarse con pretextos como “es que ella no me dijo nada”, “primero me dijo que sí, pero después que no”, “yo pensé que sí querías”, “es que somos pareja”, “ambos estábamos ebrios” o “no sabíamos lo que hacíamos”.
El consentimiento es el permiso de tocar y sostener relaciones con otra persona, es el acuerdo al que se llega y el mutuo diálogo que respeta y dignifica a tu compañera o compañero sin encubrir actos de violencia que buscan llegar a la violación o abuso sexual.
Cuando sucede una violación…
Pese a lo prejuicios sobre al abuso y la violación, el momento en el que estos delitos ocurren no pertenecen a una constante ni a un escenario específico. No siempre poseen una serie determinada serie de pasos que prevengan a la víctima, ni resulta evidente, en todos los casos, que tu violador o abusador vaya a violentarte. Una violación es un tema serio y no solo ocurre en un callejón obscuro ni a las altas horas de la noche. Tampoco se trata siempre de un desconocido que te amenaza con violencia extrema, sino que puede presentarse de la manera menos esperada y entre tus conocidos.
Si como varón has obligado a una mujer a acostarse contigo, la has intimidado, te has aprovechado de su estado de sobriedad, su estado de vulnerabilidad emocional, su cansancio o su confianza en ti para sexualizarla, déjame decirte que fuiste un abusador y sí, también un violador.
Si por el contrario, en algún momento de tu vida has sido obligada por tu pareja, amigo, jefe, familiar o conocido a tener relaciones sexuales con él, si éste te ha tocado, forzado, drogado, alcoholizado, chantajeado, engañado o incluso forzado y utilizado para tener sexo, si has dicho “no quiero”, pero aún así has cedido a tener sexo con otra persona, si has cambiado de parecer antes de acostarte con alguien, pero te termina “convenciendo de sostener el encuentro” y si has sido abusada cuando estabas inconsciente has sido víctima de un abuso sexual o de una violación y, es probable, que en la mayoría de los casos ni siquiera te hayas percatado de ello, de la agresión.
¿Cuándo levantar una denuncia?
Aunque pareciera que muchas nos tardamos demasiado en exponer y denunciar una violación, o un caso de violencia y abuso sexual, físico, psicológico o emocional, no es nuestra culpa no hacerlo a la brevedad ni somos tontas por no haber hablado antes. Mucho menos somos culpables por sentir miedo, o angustiarnos por la imagen que tendrán los demás de nosotras, por no saber qué hacer, por creer que no habrá castigo para quien nos lastimó y violentó, ni por no estar listas para enfrentar esta violencia de forma legal o pública.
Todas tenemos nuestro propio proceso para afrentar la realidad, para sanar y hasta es más frecuente de lo que debería el que nosotras no seamos conscientes de que somos víctimas hasta que sea tarde.
Si tú, mujer, a este punto de la lectura te has sentido identificada con alguno de estos tipos de agresión, o conoces a alguna otra que haya pasado por una situación o caso similar, no debes sentirte juzgada, tener miedo ni creer que estás sola, pues en realidad somos muchas las que hemos sido violentadas y ahora, por esa sencilla razón, estamos levantando la voz.
“… El violador eres tú”
A finales de 2019, el caso de una joven que denunció la violación de un grupo de policías que abusó de ella en una patrulla cuando regresaba a su hogar de una fiesta con sus amigos sacudió a la Ciudad de México y aumentó el tamaño de la llama que muchos creían extinta; colectivos feministas y de mujeres en contra de la violencia de género, cuerpas de defensa a las víctimas de agresión sexual y compañeras de todo el mundo se sumaron a una lucha contra el sistema, el estado, la cultura de violencia y la ineficiencia para detener a los agresores con el ardor de las constantes desapariciones, feminicidios y otros tipos de violencia resonando en el aíre.
Como era de esperar, dichas acciones fueron cuestionadas por figuras públicas, políticas, especializadas en problemáticas sociales, columnistas, empresarios, “artistas”, teóricos, autoridades y muchos otros que imaginaron que la punta del iceberg no estaba rota.
En el caótico contexto del mundo y antes turbulentos tiempos que comparte toda la humanidad, la medida para frenar al violador va más allá de la desaprobación e indignación digital. El “no salir, no vestir, no usar, no provocar, no hacer, no estar, no decir, no pensar ” y una larga lista de prohibiciones que silenciaban a las víctimas y terminaban por apagar nuestras voces dejó de ser “la forma correcta de protestar” hace muchos años atrás, porque nos dimos cuenta que el sacrificio de nuestra libertad era una injusticia tremenda.
Todos debemos detener ese comentario misógino antes de que se vuelva un acto de violencia, interpelar esa postura machista antes de que termine silenciado una vida y denunciar los actos agresivos contra las mujeres sin justificación alguna. No encubrir, no silenciar y no fingir que nada está pasando hace una gran diferencia y cambia el estado de alerta que enfrentamos nosotras.
Tú, sin importar el pronombre por el que te definas, eres parte del problema cuando lo vuelves ajeno y cuestionas a las víctimas y no les crees, cuando les exiges a las mujeres detener su caminar en las calles, pero no haces nada para pronunciarte en contra de quienes nos persiguen, insultan, gritan y acosan, o tampoco hablas cuando escuchas que si a alguna algo malo le pasó, “fue porque se lo buscó”.
Las mujeres nos hemos acuerpado, hemos resistido y no estamos solas. Luchamos por nuestra dignidad y libertad pese a que ambas sigan manchadas por una mala estructura social que nos ha puesto en el lado oscuro de la historia y por debajo del varón. No nos callaremos ni es a nosotras a quienes corresponde evitar un abuso porque a nosotras solo nos corresponde ser libres, vivir y tener el mismo derecho que los demás para expresarnos, desde la plenitud de nuestra conciencia hasta la reafirmación de nuestra existencia.
Nadie debe callar ni reproducir los modelos de violencia que hemos aprendido desde la cuna, no ejerzas más el acoso y respeta cuando no es no. Comprende y escucha, abre tus oídos al diálogo y entiende que la violencia no es la vía para obtener lo que deseas, que las mujeres no somos objeto de deseo y que la sexualización de nuestros cuerpos no es un camino para lograr un estatus. Que matar, violar, abusar, agredir, golpear, controlar, violentar, celar y manipular a una mujer no te hace más que ellas ni su dueño. Nosotras no te pertenecemos.
Estamos juntas, somos nuestras y nos hemos replanteado el camino que se nos dijo no debíamos transitar. Cada día somos más y no estamos dispuestas a calmarnos pese a que la cultura de la violación y la violencia sexual y machista se imponga contra nosotras y trate de aplastarnos. Durante años, a lo largo de la historia, se han perpetuado nuestras vidas, espíritus y sueños, pero llegó el momento de parar.
A Florentina Carranza Méndez y a las mujeres victimas de violencia física, emocional, psicológica y sexual… Fuimos todas.
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